Después de leer una carta procedente de Pekín y de examinar el mapa que la acompañaba, Bai Chunshui no pudo evitar dar saltos de alegría. Inmediatamente se puso en contacto con su abuelo por teléfono: "¡Abuelo! ¡La Ciudad de la Luna ha sido hallada! Ahora podemos ir a China a buscar la escultura, el tesoro que has perseguido durante décadas".